martes, 27 de septiembre de 2011

Nuevo Amanecer

Corría desesperadamente a través de la espesura del bosque, evitando todo tipo de obstáculos mientras trataba de despistar a su perseguidor. En la negrura de la noche, la desesperación hacía presa de su corazón mientras trataba de salir con vida de aquel infausto lugar. Con sus ropas hechas jirones corría y corría sin mirar atrás. El terror la consumía por dentro y se hacía patente en su expresión. Jamás una faz hubo contemplado tanto horror surgido de un mismo ser.

Cayó por fin estrepitosamente por un barranco, rodando sin cesar hasta llegar al pie, arañándose las extremidades con las ramas de los árboles y mientras trataba de recuperar la compostura buscó desesperadamente en su bolsillo izquierdo su revólver. Y mientras intentaba de contar las balas que le quedaban escuchó de nuevo el llanto del diablo del bosque. Surgido de lo profundo, desgarrado y frío, atronaba alrededor de toda la arboleda. Andaba buscándola y quería llevársela de nuevo a las profundidades, al lugar más oscuro y recondito, donde nunca la luz llegaba y ni los animales se aventuran a ir.

Las lágrimas corrieron por sus mejillas, su última oportunidad se esfumaba con cada segundo que pasaba y mientras siguiera allí encallada por culpa de su terror, más posibilidades de morir tendría. Tenía que sobreponerse, tenía que sobrevivir a todo aquello, tenía que vivir por las personas que murieron tratando de ayudarla a salir de allí.

Todos ellos, todos devorados por aquella oscuridad, todos muertos por las negras garras y los relucientes colmillos de aquella cosa. Sabía que se acercaba, sabía que pronto la alcanzaría, pero si podía aguantar hasta el amanecer por fin todo habría acabado.

Se levantó del suelo y descubrió con amargura que se había fracturado la pierna izquierda a la altura del muslo, caminar o correr prometía convertirse en una auténtica agonía. Avanzó a rastras todos los metros que pudo, pero nuevamente se le heló el corazón de nuevo.

Y descubrió con auténtico pavor como los infiernos se habían abierto y sus peores pesadillas habían surgido de él para acosarla y arrastrarla hasta las profundidades. Allá por donde su vista se posara, la negrura lo invadía todo, como un manto del que finalmente surgen todos los horrores que nos acosan en sueños, con el frío como mensajero de su maldad. Y aunque sabía que su arma no resultaría efectiva, disparó tres veces contra aquella visión, aquella maldita maldad que lo consumía todo y no dejaba rastro a su paso. Todos ellos traspasaron velozmente la capa oscura que poco a poco iba invadiendo aquel lugar y las voces que surgían de la espesa negrura la llamaban a su lado.

En pocos instantes ya no quedaba escapatoria, no quedaban más esperanzas para continuar y nunca más podría salir con vida de allí. Todas las personas que amó, que conoció desfilaron por su mente, todas aquellas cosas que la hicieron feliz, todos aquellos instantes únicos que la convirtieron en lo que eran, que moldearon su carácter, que hicieron de ella un ser único pasaban por su mente, golpeándola, clamando por un último intento, exigiéndole un último esfuerzo. Porque en ella nunca residió la cobardía de abandonar ya que aunque supiera que no podía cambiar las cosas, merecía invertir sus esfuerzos en ello.

Su mente quedó clara por unos instantes mientras minuto a minuto envuelta por todas aquellas cosas que ocultaba la oscuridad decidía lo que debía hacer. Antes que rendirse prefería un último acto de rebelión y aunque las risas de aquellos diablos resonaran en sus oídos y trataran de volverla loca, su voluntad era lo que ahora la empujaba a continuar con su determinación.

Levantó serenamente el revólver sabiendo con toda la tranquilidad lo que vendría después. Con presteza se encañonó la sien y las risas que antes escuchaba se convertían en chillidos agudos. Sabían que es lo que pretendía y aquello no figuraba en la forma que deseaban que muriera. Pronto acabaría todo de una manera u otra, pero ella no les daría el lujo de morir de aquella manera. Lentamente, saboreó sus últimos instantes, el tacto del mango del arma y la dureza del gatillo, el aire que agitaba sus pelos y las lágrimas que corrían por su cara.

Y en lo profundo del bosque solo se escuchó el grito de una persona, rapidamente amortiguado por los árboles que la rodeaban. Sus llantos quedaban enmudecidos por las fuertes carcajadas de aquellos seres de pesadilla, ni siquiera podría poner fin a su vida como ella decidiera. La amargura la carcomía por dentro y la furia hacía presa de ella.

Avanzó directa hacia la oscuridad, con su vista completamente nublada, fija en todo aquello que surgía frente a ella. No quería, no podía abandonar y aunque fuera un esfuerzo inútil era lo único que le quedaba y pronto ni ese último suspiro vital tendría.

A lo lejos, lejos de la arboleda, tras las montañas, el candente astro comenzó a despuntar y su luz se extendió con rapidez, acariciando la tierra, desterrando la oscuridad allá por donde se expandía. El nuevo día llegaba, la vida surgía de nuevo y lo que antes estaba en silencio se llenó de cantos.

Se salvó, por alguna extraña razón pudo aguantar hasta el fin. Descubrió en aquella maldad lo que era el auténtico terror, el auténtico olvido y por más que pensara como pudo sobrevivir en aquel lugar, nunca supo realmente que es lo que la hizo continuar cuando todo parecía estar perdido. Miró al cielo detenidamente, era frío, desapacible y triste, pero por mucho que quisera encontrar otra manera de describirlo no pudo. En aquella mañana decidió que aquel cielo era el mejor de los que había visto y se juró a sí misma seguir mordiendo la vida como lo había hecho aquella noche.

Porque nada de lo que pudiera sucederle llegaría a ser ni la mitad de lo que había vivido en aquel momento.

Porque a partir de ahora todo sería diferente y aunque no tuviera un rumbo fijo, sabía que almenos podría seguir decidiendo que es lo que querría hacer con su vida.



Dedicado a una buena amiga

Radwolf

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